¿Menos México en el mundo?
Por Gerardo Gutiérrez Candiani | Extitular de la Autoridad Federal para el Desarrollo de las Zonas Económicas Especiales y expresidente del CCE y la COPARMEX
Hace poco era lugar común decir que para el progreso de nuestro país era preciso llevar a la práctica una frase que, más allá de quién la declare, debería reconocerse como inevitable y estratégica: más México en el mundo y más mundo en México. Lamentablemente, esta convicción y las acciones correspondientes pierden empuje acentuadamente.
Desde el liderazgo nacional hay una clara retirada de la arena internacional. El poco peso que México tuvo en las cumbres del G20 en Roma y la COP26 en Glasgow es botón de muestra de este sesgo. De la cumbre del G20 se esperaba más: fue la primera reunión presencial de los líderes de las mayores economías desarrolladas y emergentes en dos años y hay asuntos críticos de la agenda: cambio climático; pandemia y vacunas; impuesto global mínimo para multinacionales; preocupaciones sobre la economía mundial: cuellos de botella en las cadenas de suministro transfronterizas, inflación, tasas de interés y deuda en el contexto de la recuperación.
¿Conviene ese abandono del tablero internacional?
A diferencia de la presencia en la agenda nacional del Ejecutivo Federal, en la internacional es irrelevante. La relación con el exterior, fuera de la que se tiene con Estados Unidos y su asimetría, pareciera manejarse sobre todo para fines de “consumo interno”.
Entre tanto, perdemos aceleradamente presencia e influencia. La participación en el G20 solo llamó la atención en dos temas (y sólo con eco en México): el reclamo por el reconocimiento de las vacunas y la exigencia a países ricos e cumplir con el compromiso de financiamiento por 100 mil millones de dólares anuales para las necesidades ante el cambio climático de las naciones pobres.
Sobre las vacunas, el reconocimiento depende de la Organización Mundial de la Salud y estriba en procedimientos técnicos por los que todas deben pasar: el reclamo pasa por alto que fue responsabilidad de los países aplicar fórmulas que aún no contaban con dicho reconocimiento.
Acerca del financiamiento climático, se ha señalado la poca calidad moral para exigirlo, cuando nuestro Gobierno impulsa una contrarreforma eléctrica para acabar con la inversión en fuentes solar y eólica, y fondea la energía fósil.
En la COP 26 hubo acuerdos importantes, como detener y revertir la pérdida de bosques y el de reducir las emisiones de metano en 30%. México firmó ambos, pero su participación más bien brilla por las incongruencias.
Se exige mayor financiamiento internacional, cuando nuestro gobierno, además del ataque a la inversión en energías renovables, liquidó el Fonden y el Fondo del Cambio Climático, destruye el mercado de Certificados de Energía Limpia y ha sido señalado por incumplir con las metas de reducción de emisiones y faltar al principio de progresividad del Acuerdo de París: las presentadas en 2020 fueron impugnadas por organizaciones ambientalistas. México puede hacer un papel mucho más relevante y digno.
Arrinconarnos no nos ayuda, tampoco al mundo, donde el país debe tener presencia y una iniciativa a la altura.